La historia de un pícaro ladrón.
Vivo en un lugar en los suburbios de
Madrid, me llamo Cristóbal tengo, catorce años, soy un joven pícaro que perdió a sus padres a los
cinco años y que logro vivir realizando permanentemente robos en los cuales
utilizo todo mi ingenio y astucia. Tengo un sueño que es no depender nunca de
nadie. Considero que tengo muchas habilidades, las que claramente no se ocupar
correctamente y a veces me resulta más fácil encontrar un amo
que me haga trabajar en algo fácil y que me alimente. Sin embargo, no
siempre las cosas me salen bien, pues ocupo mi ingenio solo para robar y muchas veces
desgraciadamente me pillan y me pegan por todos las maldades que hago para
vivir. Por fin, encontré un nuevo amo que se suponía sería bueno conmigo y que
me ayudaría a cumplir mi sueño de no depender de nadie, aun cuando para
hacerlo tuviera que robar. Él era el banquero del pueblo donde me encontraba y
tenía una gran fortuna y me dio una buena oportunidad de cambiar mi
vida, pero yo no sabía lo que me esperaba en este lugar.
Pude apaciguar mis impulsos para delinquir, no obstante lo inevitable estaba por suceder.
Pude apaciguar mis impulsos para delinquir, no obstante lo inevitable estaba por suceder.
Un día
después de no haber comido poco por varios días, no pude llegar a la hora
que mi amo me había solicitado, sino que llegué de madrugada a la casa, pues me
había atrasado mucho en el robo que había realizado y que me había
costado más de lo esperado. Abrí la puerta y me di cuenta que la luz del
comedor estaba encendida y que se encontraba alguien sentado adentro, por lo que, mis
piernas comenzaron a temblar por temor, pues le
había robado a un inocente ciego y la sombra que estaba viendo cargaba un palo
en su mano. Al entrar, el banquero me pregunta:
-¿Dónde has estado? ¿Crees qué son
horas de llegar? Dame todo lo que robaste ahora! dijo con enojo-
-¡Yo no he robado nada! dije con voz
de ángel intentando salir de ese apuro, a pesar de que sí lo había hecho -
Ante esta respuesta mi amo se
desesperó y con enojo me dijo nuevamente:
- ¡No me mientas, sé que lo
hiciste, si me dices la verdad no te haré nada, por el contrario,
sufrirás tanto que te arrepentirá de todo lo malo que haz hecho! Es
inaceptable que le hayas robado a un ciego escabulléndose en su casa en
el día para que pensaran que era una visita, cuando en
la realidad tu verdadero objetivo era el robo de la comida para tu
supervivencia ¡Te voy a dar 30 segundos para que digas la
verdad.!–
Comencé a sudar, muy preocupado por haber
sido descubierto, pero mi astucia era mayor y logré persuadir a mi amo
para que se tranquilizara y me escuchara. Un suceso arruinó mi perfecto
plan, el señor a quién le había robado logró, pese a su ceguera,
llegar a la casa donde yo vivía y no obstante a mi astucia e ingenio que había
utilizado para robarle fui descubierto siendo, en consecuencia,
golpeado por mi amo y por el ciego que estaba muy molesto.
Tras recibir varias palizas por haber sido descubierto en otros robos por mi amo, aun cuando siempre lograba mi objetivo que era robar para sobrevivir y tener así un buen tiempo tranquilo, el banquero decidió castigarme de una forma que yo no olvidara jamás, ya que me ató las manos y los pies con una cuerda. Intenté escaparme pero al no poder hacerlo empecé a suplicarle al banquero para que me liberara tratando de explicarle que todo lo que decían de mi era falso, asegurándole que todo era un error. Le dije gritando:
-¡Nunca he robado el dinero que se recauda
en la iglesia muy por el contrario, el padre José inventó el robo para justificar lo
que se gastó en otra cosa. Tampoco le he robado a Pedro, el carnicero, pues yo
siempre encuentro carne en el basurero que está en perfectas condiciones.
La gallina no la robé yo, se debe haber perdido en el campo. No crea por
favor todo lo que le digan. Desátame las cuerdas! Por favor!-
Todas estas historias las había inventado
para intentar convencer a mi amo de mi inocencia, aunque éste
era más astuto que yo, ya que había vivido lo suficiente conmigo y me
conocía tanto que supo que todo era mentira. Para castigarme,
finalmente, el amo decidió darme de mi propia medicina, en consecuencia,
me sacó todas mis cosas y me echó de su casa desnudo para que en el
pueblo todos se rieran y burlaran de mi, pagando así todas mis malas
acciones. Quedé avergonzado y humillado, pero como
no me gustaba perder decidí hacer un acto final y sin arrepentirme de nada de
lo que había hecho antes, se me ocurrió realizar un gran robo al
banco del pueblo, el banco de mi amo, para cambiar así mi vida de una vez
y para siempre, pasando de la pobreza a la riqueza de una manera fácil. Quería
vengarme de esta manera de todos los castigos recibidos y lograr
así mi sueño de no tener que depender de otros para vivir, sino que hacerlo
como yo quería, vivir solo de mi ingenio y astucia.
Fin
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