domingo, 9 de abril de 2017

Cuento Picaresco

La  historia de un pícaro ladrón.

Vivo en un lugar en los suburbios de Madrid, me llamo Cristóbal tengo, catorce años, soy un joven pícaro que perdió a sus padres a los cinco años y que logro vivir realizando permanentemente robos en los cuales utilizo todo mi ingenio y astucia. Tengo un sueño que es no depender nunca de nadie. Considero que tengo muchas habilidades, las que claramente no se ocupar correctamente y a veces me resulta más fácil encontrar un amo que me haga trabajar en algo fácil y que me alimente. Sin embargo, no siempre las cosas me salen bien, pues ocupo mi ingenio solo para robar y muchas veces desgraciadamente me pillan y me pegan por todos las maldades que hago para vivir. Por fin, encontré un nuevo amo que se suponía sería bueno conmigo y que me ayudaría a cumplir mi sueño de no depender de nadie, aun cuando para hacerlo tuviera que robar. Él era el banquero del pueblo donde me encontraba y tenía una gran fortuna y me dio una buena oportunidad de cambiar mi vida, pero yo no sabía lo que me esperaba en este lugar. 

Pude apaciguar mis impulsos para delinquir, no obstante lo inevitable estaba por suceder. 

    Un día después de no haber comido poco por varios días, no pude llegar a la hora que mi amo me había solicitado, sino que llegué de madrugada a la casa, pues me había atrasado mucho en el robo que había realizado y que me había costado  más de lo esperado. Abrí la puerta y me di cuenta que la luz del comedor estaba encendida y que se encontraba alguien sentado adentro, por lo que, mis piernas comenzaron a temblar por temor, pues le había robado a un inocente ciego y la sombra que estaba viendo cargaba un palo en su mano. Al entrar, el banquero me pregunta:
 -¿Dónde has estado? ¿Crees qué son horas de llegar? Dame todo lo que robaste ahora! dijo con enojo-
 -¡Yo no he robado nada! dije con voz de ángel intentando salir de ese apuro, a pesar de que sí lo había hecho -
 Ante esta respuesta mi amo se desesperó y con enojo me dijo nuevamente: 
- ¡No me mientas, sé que lo hiciste,  si  me dices la verdad no te haré nada, por el contrario, sufrirás tanto que te arrepentirá de todo lo malo que haz hecho!  Es inaceptable que le hayas robado a un ciego escabulléndose  en su casa en el día para que pensaran que era una visita, cuando en la realidad tu verdadero objetivo era el robo de la comida para tu supervivencia ¡Te voy a dar 30 segundos para que digas la verdad.!– 
Comencé a sudar, muy preocupado por haber sido descubierto, pero mi astucia era mayor y logré persuadir a mi amo para que se tranquilizara y me escuchara. Un suceso arruinó mi perfecto plan,  el señor a quién  le había robado logró, pese a su ceguera, llegar a la casa donde yo vivía y no obstante a mi astucia e ingenio que había utilizado para robarle fui descubierto siendo, en consecuencia, golpeado por mi amo y por el ciego que estaba muy molesto.  


Tras recibir varias palizas por haber sido descubierto en otros robos por mi amo, aun cuando siempre lograba mi objetivo que era robar para sobrevivir y tener así un buen tiempo tranquilo, el banquero decidió castigarme de una forma que yo no olvidara jamás, ya que me ató las manos y los pies con una cuerda.  Intenté escaparme pero al no poder hacerlo empecé a suplicarle al banquero para que me liberara tratando de explicarle que todo lo que decían de mi era falso, asegurándole que todo era un error. Le dije gritando:
-¡Nunca he robado el dinero que se recauda en la iglesia muy por el contrario, el padre José inventó el robo para justificar lo que se gastó en otra cosa. Tampoco le he robado a Pedro, el carnicero, pues yo siempre encuentro carne en el basurero que está en perfectas condiciones.   La gallina no la robé yo, se debe haber perdido en el campo. No crea por favor todo lo que le digan. Desátame las cuerdas! Por favor!-    
Todas estas historias las había inventado para intentar convencer a mi amo de mi inocencia, aunque éste era más astuto que yo, ya que había vivido lo suficiente conmigo y  me  conocía tanto que supo que todo era mentira.  Para castigarme,  finalmente,  el amo decidió darme de mi  propia medicina, en consecuencia, me  sacó todas mis cosas y me  echó de su casa desnudo para que en el pueblo todos se rieran y burlaran de mi, pagando así todas mis malas acciones. Quedé avergonzado y  humillado, pero como no me gustaba perder decidí hacer un acto final y sin arrepentirme de nada de lo que había hecho antes, se me ocurrió  realizar  un gran robo al banco del pueblo, el banco de mi amo,  para cambiar así mi vida de una vez y para siempre, pasando de la pobreza a la riqueza de una manera fácil. Quería vengarme  de esta manera de todos los castigos recibidos y  lograr así mi sueño de no tener que depender de otros para vivir, sino que hacerlo como yo quería, vivir  solo de mi ingenio y astucia.




 Fin

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