sábado, 20 de mayo de 2017

Crónica de un robo bancario

Era un soleado día de abril en Santiago, a las 8:45 horas cuando los cajeros y el jefe del Banco BBVA empezaban su día laboral. El día parecía totalmente normal.  El jefe de la sucursal, Ignacio Salvatierra, había tenido, hasta ese día, un limpio historial sin ningún robo ni suceso imprevisto, pero esto estaba por cambiar. Mientras él realizaba su rutina diaria, cinco experimentados delincuentes planificaban el robo a esa sucursal en Presidente Riesco.

Pedro González, un joven que tenía como único propósito hacer el mejor y más rentable robo junto con cuatro individuos años más tarde me contó que el verdadero propósito de su conducta era cambiar de estatus social, porque estaba cansado de ser pobre. Pedro vio su reloj y eran las 8:50 AM, quedaban diez minutos para su anhelado robo.

Los cajeros recibieron las instrucciones de costumbre y se prepararon en sus cajas para recibir a los clientes.   Salvatierra  saludó al guardia, Patricio Pérez y entró en su oficina a tomarse su café con leche de siempre.  Nunca pensé que algo pasaría me dijo,  cuando conversé con el tiempo después.

El Banco abrió a la hora de costumbre, a las 9:00 en punto  y solo tres clientes entraron.  Era un día lento.  Paralelamente González y los demás delincuentes se subieron en una camioneta todo terreno que habían robado hace un mes especialmente para este momento.

Un amigo mío, Marcos, que trabajaba en una oficina al lado del Banco había salido a fumar un cigarro siendo testigo del momento en que los delincuentes llegaron en la camioneta y se bajaron para entrar al Banco.   Miró la hora y vio que eran las 9:00 en punto.  Me dijo que vio a seis individuos que venían vestido con overoles, máscaras y premunidos con armas de fuego.  Ese fue siempre mi tema de discusión con él ya que nunca lo pude convencer de que eran solo cinco individuos no seis como el insistía.

Tan pronto la sucursal abrió González y sus secuaces entraron portando armas que habían conseguido del contrabando. Intimidaron  al guardia,  a los clientes y a los trabajadores  que estaban en su interior con el objetivo de ingresar lo más rápidamente posible a la bóveda.  ¡Gritaron en voz alta, somos delincuente educados!  Mientras esto sucedía, Salvatierra que había visto lo que ocurría desde su oficina activó la alarma  silenciosamente y fue obligado  por los delincuentes a abrir la bóveda que tenía en su interior doscientos millones de pesos. ¡Fue la experiencia más aterradora de mi vida,  porque me apuntaban con un arma en la sien! me dijo Salvatierra.  ¡Pensé que moriría!  


En cuestión de minutos, González logró sacar ciento treinta millones de pesos que cambiarían su vida.  ¡ Fue el momento más emocionante que he tenido nunca y si no fuera por la mísera alarma que sonó, todo había sido perfecto!  ¡Una camioneta nos estaba esperando y logramos arrancar!  me dijo, y eso fue la última frase que recuerdo de él cuando lo encontré en el extranjero en la clandestinidad, ahora como millonario.

domingo, 9 de abril de 2017

Cuento Picaresco

La  historia de un pícaro ladrón.

Vivo en un lugar en los suburbios de Madrid, me llamo Cristóbal tengo, catorce años, soy un joven pícaro que perdió a sus padres a los cinco años y que logro vivir realizando permanentemente robos en los cuales utilizo todo mi ingenio y astucia. Tengo un sueño que es no depender nunca de nadie. Considero que tengo muchas habilidades, las que claramente no se ocupar correctamente y a veces me resulta más fácil encontrar un amo que me haga trabajar en algo fácil y que me alimente. Sin embargo, no siempre las cosas me salen bien, pues ocupo mi ingenio solo para robar y muchas veces desgraciadamente me pillan y me pegan por todos las maldades que hago para vivir. Por fin, encontré un nuevo amo que se suponía sería bueno conmigo y que me ayudaría a cumplir mi sueño de no depender de nadie, aun cuando para hacerlo tuviera que robar. Él era el banquero del pueblo donde me encontraba y tenía una gran fortuna y me dio una buena oportunidad de cambiar mi vida, pero yo no sabía lo que me esperaba en este lugar. 

Pude apaciguar mis impulsos para delinquir, no obstante lo inevitable estaba por suceder. 

    Un día después de no haber comido poco por varios días, no pude llegar a la hora que mi amo me había solicitado, sino que llegué de madrugada a la casa, pues me había atrasado mucho en el robo que había realizado y que me había costado  más de lo esperado. Abrí la puerta y me di cuenta que la luz del comedor estaba encendida y que se encontraba alguien sentado adentro, por lo que, mis piernas comenzaron a temblar por temor, pues le había robado a un inocente ciego y la sombra que estaba viendo cargaba un palo en su mano. Al entrar, el banquero me pregunta:
 -¿Dónde has estado? ¿Crees qué son horas de llegar? Dame todo lo que robaste ahora! dijo con enojo-
 -¡Yo no he robado nada! dije con voz de ángel intentando salir de ese apuro, a pesar de que sí lo había hecho -
 Ante esta respuesta mi amo se desesperó y con enojo me dijo nuevamente: 
- ¡No me mientas, sé que lo hiciste,  si  me dices la verdad no te haré nada, por el contrario, sufrirás tanto que te arrepentirá de todo lo malo que haz hecho!  Es inaceptable que le hayas robado a un ciego escabulléndose  en su casa en el día para que pensaran que era una visita, cuando en la realidad tu verdadero objetivo era el robo de la comida para tu supervivencia ¡Te voy a dar 30 segundos para que digas la verdad.!– 
Comencé a sudar, muy preocupado por haber sido descubierto, pero mi astucia era mayor y logré persuadir a mi amo para que se tranquilizara y me escuchara. Un suceso arruinó mi perfecto plan,  el señor a quién  le había robado logró, pese a su ceguera, llegar a la casa donde yo vivía y no obstante a mi astucia e ingenio que había utilizado para robarle fui descubierto siendo, en consecuencia, golpeado por mi amo y por el ciego que estaba muy molesto.  


Tras recibir varias palizas por haber sido descubierto en otros robos por mi amo, aun cuando siempre lograba mi objetivo que era robar para sobrevivir y tener así un buen tiempo tranquilo, el banquero decidió castigarme de una forma que yo no olvidara jamás, ya que me ató las manos y los pies con una cuerda.  Intenté escaparme pero al no poder hacerlo empecé a suplicarle al banquero para que me liberara tratando de explicarle que todo lo que decían de mi era falso, asegurándole que todo era un error. Le dije gritando:
-¡Nunca he robado el dinero que se recauda en la iglesia muy por el contrario, el padre José inventó el robo para justificar lo que se gastó en otra cosa. Tampoco le he robado a Pedro, el carnicero, pues yo siempre encuentro carne en el basurero que está en perfectas condiciones.   La gallina no la robé yo, se debe haber perdido en el campo. No crea por favor todo lo que le digan. Desátame las cuerdas! Por favor!-    
Todas estas historias las había inventado para intentar convencer a mi amo de mi inocencia, aunque éste era más astuto que yo, ya que había vivido lo suficiente conmigo y  me  conocía tanto que supo que todo era mentira.  Para castigarme,  finalmente,  el amo decidió darme de mi  propia medicina, en consecuencia, me  sacó todas mis cosas y me  echó de su casa desnudo para que en el pueblo todos se rieran y burlaran de mi, pagando así todas mis malas acciones. Quedé avergonzado y  humillado, pero como no me gustaba perder decidí hacer un acto final y sin arrepentirme de nada de lo que había hecho antes, se me ocurrió  realizar  un gran robo al banco del pueblo, el banco de mi amo,  para cambiar así mi vida de una vez y para siempre, pasando de la pobreza a la riqueza de una manera fácil. Quería vengarme  de esta manera de todos los castigos recibidos y  lograr así mi sueño de no tener que depender de otros para vivir, sino que hacerlo como yo quería, vivir  solo de mi ingenio y astucia.




 Fin